HABITANDO EL TIEMPO

Por Juan Manuel Vadillo

 

Buscando mundos sutiles -con resonancia machadiana- la poesía de Ramiro Ruíz Durá encuentra la música del olvido de donde nacen los recuerdos. “Buscando lo que no encuentro / encuentro lo que no busco”, dice una copla gitana que dibuja el tejido azaroso de la palabra. Y es que la belleza de la poesía de Ramiro tiene mucho que ver con el azar y con la música, pero además, como consecuencia, con el andar para perderse. Hacer camino para encontrar sin pretender encontrar. Por ello es que Ramiro encuentra, sin buscarla, una poesía “entera, desnuda, sin corteza,” tal como rezan algunas palabras de sus versos dedicados a la poesía misma. Frente a la blancura del papel el poeta comienza a desvivir, a desvivirse, la palabra se teje y se desteje, se desvive como la sangre, para que el poema surja, entero, desnudo, sin corteza.

De la contemplación profunda, del duermevela, de la incertidumbre que reinventa el asombro, de la mirada delirante, pero sobre todo del silencio más hondo nacen estos versos que habitan el tiempo. Poesía es palabra en el tiempo había escrito Antonio Machado, Ramiro nos dice que -justo cuando vuelve a buscar a la poesía- el silencio se hace tiempo. Es decir silencio en el tiempo, silencio de donde nacen todos los versos, silencio que contiene todas las metáforas, silencio al que todos los poemas regresan. La música y la palabra en su transcurrir nos dejan un silencio luminoso, que en los versos de Ramiro va de la mano de la muerte; una muerte que entraña el amor y que resurge después de la cadencia de cada verso. Nuestros poetas místicos advirtieron que vivir es un morir constante. Esta paradoja adquiere nuevas resonancias cuando se dibuja desde el dolor de la muerte de la amada: “En esa extraña sutileza que reúne / el morir del que vive / y el vivir del que ha muerto,” rezan tres versos del poema “Te pediría un cuento”. El morir del que vive porque, mientras vivimos, dejamos de vivir a cada instante; el vivir del que ha muerto, porque después de la muerte, como el silencio después de la palabra, nos queda lo más importante, la memoria luminosa, la pena, la nostalgia profunda, la poesía. Lo que queda es lo que queda, decía Calderón, se refería al misterio que deja en el aire un verso que nunca ha de repetirse. En su conferencia sobre el cante jondo, Lorca había apuntado que las coplas flamencas, “tanto sus textos como sus melodías antiquísimas tienen su mejor escenario en la noche”[1]. Porque el trazo de los versos sobre el lienzo oscuro de la noche, como una pincelada de luz, nos deja en el alma el más oscuro silencio de la muerte. Quiero reiterar que de esa muerte, de esa noche, de ese silencio hondo, parten los versos de Ramiro para regresar después al puerto más íntimo del alma. “Viniste del silencio de los sueños / a compartir el viaje” le dice el poeta a su amada y los versos siguientes nos invitan a pensar que su amada es la poesía: “Viniste del olvido y del deseo / a pedirme que aún no me muriera”. La poesía es la compañera para desandar el camino, para dibujar el recuerdo desde el olvido, para seguir viviendo y desvivirse en ella, para deshojar de memorias el deseo. Nos dice el poeta que sus versos sacaron de un baúl de viaje “muertes recién hechas”, es decir, cadencias que llegan al corazón del silencio, remates luminosos de poemas, fronteras donde la amada, la poesía y el poeta se confunden, “¿dónde termina ella? / ¿Dónde empiezo yo?”; muertes recién hechas, cuanto más efímeras más eternas. “Nostalgia de un beso dado/ que nunca se vuelve a dar… nostalgia de una palabra / que no se repite más”, rezan los versos del poema “Nostalgia” que nos recuerda mucho la nostalgia de Bécquer. Todo muere constantemente y en ello radica la belleza en lo que la muerte nos deja.

Quizás el amor y la muerte, el exilio, la ausencia de la amada, la soledad, la nostalgia, la memoria y el tiempo sean los temas centrales de los cinco poemarios que conforman Habitando el tiempo, pero si tuviéramos que hablar de un solo tema que hilvanara los demás tendríamos que hablar también de un concepto, se trata de la Pena que Lorca escribe con mayúscula, la Pena andaluza. La Pena se dibuja con nitidez desde el primer poema en los primeros versos de la segunda estrofa: “El día que nacía la primavera / nos hemos muerto”. Es decir estar junto a la belleza y ya no poder alcanzarla, encontrar lo que tanto se anhelaba y en ese momento morir. En el “Romance de la pena negra” Lorca escribió estos versos: “Soledad de mis pesares, ⁄ caballo que se desboca, ⁄ al fin encuentra la mar ⁄ y se lo tragan las olas”; donde la Pena encuentra su máxima expresión alegórica porque en nuestra tradición hispánica el mar metaforiza la muerte. De tal manera que lo que se buscaba, lo que se esperaba ansiosamente, desde un principio era morir. Con originalidad y un trazo conceptista  los versos de Ramiro dibujan esta misma idea: “¿Qué es lo que espero siempre / en esta espera?”. Recordemos también los versos de Nicolás Guillén: “De qué callada manera / se me adentra usted sonriendo, / como si fuera la primavera / ¡Yo, muriendo!”, donde se dibuja la belleza más dolorosa; estar junto a la amada y no poderla tocar.

En un poema de un profundísimo dolor, “Primavera”, Ramiro expresa la pérdida de la amada con estos versos: “La ineludible presencia / de tu ausencia”; y remata el poema con estos otros, “Y alguien podría preguntarse: / ¿de verdad comenzó / la primavera?”. Aquí el sentido de la Pena aparece pleno de significación: el yo lírico siempre lleva consigo a la amada en un recuerdo sustancial e inevitable pero no la puede tocar, entonces surge la imagen de la primavera, una primavera que no puede acontecer en el interior del yo lírico, pero que inevitablemente va a acontecer afuera. La Pena surge justo cuando, de manera implícita, se contrasta la belleza de la primavera con la tristeza de la ausencia. A partir de esa ausencia el poeta reconstruye su mundo con la palabra contrastando imágenes de gran belleza con el dolor. Por eso lleva “la pena en la sonrisa” y “la lágrima en el labio”. En otros versos -cuando los amantes se separan- el dolor se hace grito “redondo y solitario / como una campanada… / en el domingo amargo”. La sinestesia nos recuerda el “Poema de la seguiriya gitana”, donde “la elipse de un grito /… como un arco de viola” hace vibrar las cuerdas del viento. El sonido de una campana o un arco invisible sobre el viento nos hablan de un dolor que se transforma en belleza. Hay otra campana vieja, “afónica de bronces y de grietas”, que aparece en el poema “Rosas negras”, y que “dibujará redondeles en el aire” cuando llegue la muerte del poeta. La Pena es como una rosa negra, un dolor que contrasta la belleza con la muerte. Y la campana afónica, dibujada por la Pena, quiere cantarle al poeta desde su sórdida belleza.

En otro poema, “Hombre triste”, el poeta nos habla en tercera persona de sí mismo: un hombre triste de añorar el mar que en cuanto está contento se va. Este poema nuevamente devela la esencia de la Pena; el poeta no puede quitarse su vieja chaqueta de tristezas; no puede soportar la alegría que, igual que la primavera, está llena de dolor en las entrañas. En este sentido, Pedro Garfias escribió: “Ramón Pérez de Ayala dijo en cierta ocasión, que no había escuchado algo más triste que el cante por alegrías. Y llevaba razón. Es cante de bulla y de fiesta, se acompaña con palmas, pero por debajo de la aparente viveza de su ritmo hay una larga corriente conmovedora” [2].

En la poesía de Ramiro, la alegría duele y la tristeza abraza. En el poema “Penélope”, una tristeza personificada tiene la virtud de abrazar. Se trata de una suerte de oxímoron porque el abrazo bien podría verse como paliativo de la tristeza. No obstante el poeta -igual que en “Hombre triste”- necesita de ella, está en su raíz, la lleva en la piel como la vieja chaqueta, como la vida que lleva puesta. Necesita que lo acompañe en la soledad. En una ironía profunda la tristeza entraña la alegría. Porque la Pena esencialmente es irónica; va tejiendo y destejiendo la vida de alegrías y tristezas, o de alegrías que son tristezas y tristezas que son alegrías. Cuando la mirada melancólica de Ramiro dibuja y desdibuja los recuerdos, lo triste se vuelve intensamente bello. A partir de la raíz más profunda donde está la Pena, el poeta reconstruye el mundo para hablarnos de una belleza que duele: amores que nunca fueron, “patrias no encontradas”, futuros que había que soñar, “un puñado de letras / cuando  se acaba el verso”, una nostalgia de luna, los ojos de un ciego, que para verla tiene que asomarse a los recuerdos.

28-de-junio-1

[1] Federico García Lorca, “El cante jondo, primitivo canto andaluz”, en Obras completas (tomo III), Aguilar, Madrid, 1986. p. 207.

[2] Pedro Garfias, De España, toros y toreros, Monterrey, Gobierno del Estado de Nuevo León, 1983, p. 96.

Entrevista a Cristna Bayón…

sobre <La integración excluyente. Experiencias, discursos y representaciones de la pobreza urbana en México> elaborada por el Instituto de Investigaviones Sociales de la UNAM.

PRESENTACIÓN DEL PORTAL WEB SOBRE LA EDICIÓN IBEROAMERICANA

IBEROAMERICANA / VERVUERT

Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED es un proyecto que aborda el estudio de la edición literaria en castellano, portugués, catalán, gallego y euskera desde 1800 hasta la actualidad, ya sea en papel o en formato digital.

El portal pretende ser un punto de referencia para cualquier interesado en conocer, de primera mano, los rostros de los principales editores y sus colecciones literarias.

Impulsado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en colaboración con un amplio equipo de investigadores de ambos lados del Atlántico, el portal aspira a difundir y estimular la investigación en torno a la labor profesional y la imagen social del editor literario contemporáneo desde el siglo XIX, tanto en la península como en otros espacios geográficos como por ejemplo América Latina.

También quiere poner al alcance de cualquier internauta los instrumentos bibliográficos y audiovisuales para…

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Ana Santos, la estudiante que dilucidó sobre la arrogancia intelectual

  • “El grupo filosófico Hiperión sí se puede entender como intelectuales orgánicos del Estado mexicano. Entonces ellos ahí entran y empiezan a dar una versión la cual a Miguel Alemán y a su grupo les funciona. Uranga acaba escribiendo los discursos de más de dos presidentes, fue el más álgido defensores de Díaz Ordaz en el 68”, agregó Benito Artigas, director de Artigas Editores.

Por Alejandra Flores

Como historiadora, Ana Santos tenía claro su objeto de estudio de maestría: abordar la arrogancia con la que algunos intelectuales de fines de los años cuarenta del siglo XX habían reflexionado acerca de los mexicanos y la mexicanidad. Esta investigación se convirtió en el libro Los hijos de los dioses, el grupo filosófico Hiperión y la filosofía de lo mexicano.

“Lamentablemente Ana fallece muy poco tiempo antes de que el libro pudiera ver la luz, puedo decir que su trabajo es un trabajo siempre cargado de una obsesión metodológica, teórica. Una de las cuestiones que persiguió durante todo el trabajo y que la motivó, es el enojo que le procuraba escuchar frases negativas hacia los mexicanos”, comentó Emiliano García, historiador y pareja de Ana.

Ricardo Pérez Montfort, uno de los maestros de Ana, destacó su esfuerzo por desentrañar esa proclividad de aquella época a adjudicarle a la esencia del mexicano ciertas formas de comportamiento, anhelos, aspiraciones, pensamientos y necesidades, complejos y taras morales.

“Ana empieza a investigar como un proyecto filosófico que tuvo mucha presencia en los años 50, en la facultad va a constituirse como el pilar de ciertas políticas de Estado durante el alemanismo. Estamos hablando de Emilio Uranga, de Jorge Portilla, Luis Villoro, Leopoldo Zea”.

“El grupo filosófico Hiperión sí se puede entender como intelectuales orgánicos del estado mexicano. Entonces ellos ahí entran y empiezan a dar una versión la cual a Miguel Alemán y a su grupo les funciona. Uranga acaba escribiendo los discursos de más de dos presidentes, fue el más álgido defensores de Díaz Ordaz en el 68”, agregó Benito Artigas, director de Artigas Editores.

“Creo que el trabajo de Ana vuelve a poner sobre la mesa el asunto de que tenemos que volver a discutir estas ideas, que parece que ya no están presentes pero que sus efectos tienen mucha presencia en nuestra forma concreta de entendernos, y de ejercer nuestra identidad como mexicanos”, agregó.

Los hijos de los dioses, el grupo filosófico Hiperión y la filosofía de lo mexicano es publicado por Bonilla Artigas Editores.

Tomado de Agencia N22 (http://agencian22.blogspot.mx/2016/03/ana-santos-la-estudiante-que-dilucido.html).

Presentación La integración excluyente

María Cristina Bayón (2015) La integración excluyente. Experiencias discursos y representaciones de la pobreza urbana en México, Bonilla Artigas/Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM

http://www.kubikpress.com/producto/la-integracion-excluyente-de-maria-cristina-bayon/

Reseñado por Angela Giglia[i]

 

El libro de Cristina Bayón es relativamente breve, muy cuidado en su edición y su portada, escrito de manera sumamente precisa y sobria, pero no por eso menos profunda. En escasas 200 paginas, consigue un

objetivo difícil: tratar de manera mesurada y penetrante un tema que ha sido tratado ya profusamente y de manera a veces superficial: el tema de la pobreza urbana, sobre el cual existe ya una literatura abundante, en las cuales los trabajos producidos desde América Latina tienen un lugar destacado. Baste pensar en los muchos libros de Oscar Lewis Los hijos de Sánchez, Las cinco familias, La cultura de la pobreza. O en el libro de Larissa Lomnitz, Como sobreviven los marginados, que ha sido sin duda uno de los libros de antropología más citados.

La literatura sobre pobreza, exclusión y marginalidad en América latina es enorme, pero la autora no se deja impresionar frente a la abundancia de referencias y a los pliegues del debate. Prefiere construir su propia mirada con base en un enfoque sólido y original, no se detiene demasiado sobre el debate latinoamericano, salvo para mencionar lo que está en relación con sus hallazgos. Con la misma seguridad dialoga con los autores contemporáneos europeos y con los grandes autores clásicos: encontramos no sólo a Bourdieu o a Bauman, a Massey y Harvey, sino también a Simmel, a Adam Smith, a Malthus, los autores que han sentado las bases con las cuales todavía hoy en día se define y se estudia la pobreza urbana.

El libro de Cristina Bayón se coloca frente a estos autores tan célebres y logra ofrecer una contribución muy pertinente sobre la pobreza urbana. En efecto, La integración excluyente es un libro ejemplar para mostrar cómo acotar un tema de investigación enorme y lograr un aporte original sobre el mismo, sin perderse en el mar de la literatura y sin agobiarse ante los antecedentes imprescindibles que se tienen que tomar en cuenta cuando se emprende una investigación sobre un tema que ya ha sido ampliamente trabajado.

Y ¿cuál es la estrategia? La única posible: precisar y delimitar el análisis sobre algunos ámbitos y aspectos de la problemática y abocarse a descubrir las relaciones que tienen entre ellos. En primer lugar, la autora no estudia la pobreza en general o la pobreza en el país, sino que recorta un ámbito territorial que escoge con una gran precisión, se trata de uno de los municipios del oriente de la Ciudad de México, entre los que presentan más altos índices de marginación. Ubica este municipio, Chimalhuacán, dentro de la más vasta situación del área metropolitana y luego se acerca a sus habitantes mediante entrevistas a profundidad muy bien logradas y algunos recorridos etnográficos de los cuales nos regalas unas fotos que también son muy pertinentes. En segundo lugar delimita los ejes de análisis y se concentra en particular en tres aspectos, que resultan ser entre los más acertados y los más útiles para dar cuenta de la pobreza urbana. Estos ejes de análisis son las trayectorias biográficas de los habitantes, las imágenes relativas al lugar donde habitan y las construcciones culturales en torno a la pobreza; es decir, las ideas dominantes acerca de quiénes son los pobres y porqué se cree que son pobres, relacionadas con la manera como los pobres se ven a sí mismos.

El sumo cuidado que ha puesto la autora en este libro se nota también en la manera como presenta las voces de los entrevistados. Se nota que ha habido una edición muy acertada de las entrevistas, lo cual hace que podamos leerlas sin la fatiga que genera estar leyendo la transcripción literal del lenguaje hablado con sus muletillas, sus vacilaciones y sus repeticiones. Nos devuelve el testimonio vivencial en toda su dureza, pero adaptado para la recepción mediante la lectura. Esta es la mejor manera de darle las gracias a los sujetos entrevistados: hacer accesible su testimonio, especialmente considerando que para muchos de ellos no debe haber sido fácil abrirse sobre temas que son muy tristes, por ejemplo su fracaso escolar o la búsqueda resignada de un empleo que de antemano se sabe que apenas servirá para sobrevivir. La mejor manera de darles las gracias es haciendo que podamos entenderlos y así acercarnos al drama que permea sus vidas.

¿Y cuáles son los hallazgos de su investigación? ¿Cuál es la situación en la que se encuentran los pobres urbanos del oriente de la metrópoli de México? Destaca ante todo que se trata de una situación que ha empeorado de manera drástica en los últimos diez o doce años, época en la cual yo misma pude realizar entrevistas con los habitantes de esa zona. Ahora su situación aparece como mucho más desesperanzada y definitiva. Los relatos biográficos están marcados por la resignación a los salarios de hambre (México carga con el escándalo de uno de los salarios mínimos más bajos en el mundo) y a la precariedad. Ya casi no existe en los relatos un horizonte tangible de mejoras a futuro. Las representaciones del entorno están marcadas por la creciente inseguridad y violencia que caracterizan su espacio barrial, donde inclusive los policías se cuentan entre los agresores.

Su visión acerca de si mismos y de lo que significa ser pobre está llena de ambivalencias y de una obstinada búsqueda de matices, de la necesidad de distinguirse de quienes están peor, los que viven allá en el cerro o allá abajo, donde los niños caminan descalzos o las casas son de cartón. En efecto, no es difícil encontrar a alguien que esté todavía peor. Como recita un dicho del sur de Italia “lo peor no tiene límites”. Además, esta evocación de alguien que está peor es un rasgo casi universal cuando se hace investigación sobre lugares estigmatizados, donde domina una visión de la pobreza que no sabe cómo escapar de la violencia simbólica. No encuentra los argumentos para contradecir a aquellos que sostienen (según la idea dominante) que los pobres son pobres porque no se esforzaron lo suficiente, porque son flojos o porque son unos degenerados. No saben cómo sustraerse al sentido de culpa basado en la creencia de que la pobreza es un resultado del mal comportamiento de los propios pobres.

De los muchos aspectos que se podrían profundizar de este libro, quisiera resaltar aquí el tema del estigma territorial, es decir de cómo se han generado espacios de la infamia, lugares automáticamente asociados con todos los males y todas las carencias, los cuales en automático hacen caer una condena moral sobre sus habitantes. En el libro de Bayón este lugar es el municipio de Chimalhuacán, predominantemente construido mediante lo que llamamos urbanismo progresivo y la autoconstrucción de las viviendas, es decir un tipo de espacio que en la Ciudad de México es predominante.

La Ciudad de México ha crecido de manera desmedida en el siglo pasado y lo ha hecho casi siempre de manera desordenada, sin planeación y mediante procesos de asentamiento y fraccionamiento irregular de la tierra, lo que tiene repercusiones importantes en muchos aspectos de nuestra vida urbana, por ejemplo en la manera como concebimos y practicamos la distinción entre el espacio privado y el espacio público. Ahora bien, hace un par de décadas estos espacios periféricos propios del urbanismo informal y progresivo, no estaban tan estigmatizados como alguno de ellos lo son ahora. Todo el mundo tenía memoria y conocimiento de esta forma de producir el espacio urbano y se confiaba en su casi segura mejora con el paso de los años. Pudo haber existido el estigma del “polvo en los zapatos”, pero como una condición transitoria. En cambio ahora, la falta de perspectivas de mejoramiento aunada a la exacerbación de la criminalidad y de la violencia, las distancias exageradas que los alejan del resto de la ciudad, convierte a algunos de estos lugares en espacios mucho más desdichados, objeto de un descrédito que antes era menos común y que además tenía sus contrapesos.

Al respecto quisiera notar algunos de los hallazgos de Bayón que me parecen muy pertinentes. La autora nos hace notar cómo “el estigma se construye fusionando y confundiendo las condiciones de la vivienda y el lugar, con la gente que vive en ellos. Sus habitantes no sólo son visualizados como gente viviendo en condiciones precarias, sino como portadores de defectos personales y carencias morales” (147).[ii] El estigma se sirve de lo que denominamos como determinismo espacial, es decir el falso supuesto de que existe una asociación automática entre la forma o la apariencia de un espacio urbano y las características de quienes lo habitan y sus relaciones sociales. El libro de Bayón muestra claramente que no es así. Veamos por ejemplo el testimonio de esta habitante, la cual relata cómo ha ido cambiando el barrio a lo largo de la construcción progresiva de la colonia:

 

Antes estaba peligroso por decirlo así entre comillas porque estaba oscuro, nada más había tres casas, siempre estaba oscuro entonces era como así de que no salir tarde y todo. Pero ahora está más peligroso porque hay más gente. Porque aunque ya está alumbrado y ya hay lámparas, alumbrado público y todo el rollo, está peligroso porque si sales de mañana o de tarde o de noche, te asaltan (109, cursivas mías)

 

Lo que muestra este testimonio es justamente lo contrario de la tesis del determinismo espacial. Nos muestra que el espacio material ha mejorado pero el espacio social está peor, la violencia y la inseguridad han aumentado en lugar de disminuir. Entonces, para aminorar o eliminar esa violencia o esa inseguridad no basta con mejorar el espacio físico. Sin embargo, es justamente esto lo que pretendía lograr un reciente plan nacional de “rescate de los espacios públicos”. Las políticas del desarrollo caen en el determinismo espacial cuando pretenden que con poner unos instrumentos para hacer deporte en el camellón principal de una colonia popular es suficiente para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. En otras palabras, las intervenciones para mejorar los espacios marginados no pueden pedirle al espacio lo que el espacio de por sí solo no puede hacer, y deben más bien ser integrales, atacar simultáneamente los aspectos económicos, sociales, espaciales y culturales.

El otro aspecto que me gustaría subrayar a propósito de la estigmatización territorial se refiere a las desigualdades crecientes dentro de la propia Ciudad de México, que aumentan la distancia no sólo espacial sino también simbólica entre estos espacio relegados y otros espacios urbanos que están viviendo una suerte de momento de auge. Me refiero a la parte de ciudad donde los precios de la vivienda han subido de una forma descomunal, donde algunas infraestructuras han llegado a ser casi equiparables a las de otras grandes metrópolis del mundo. Es la “CDMX”, promovida por las políticas de la imagen urbana como una ciudad global, visitada por muchos turistas y digna de ser mencionada en revistas internacionales como uno de los lugares más visitados en el mundo.

Es obvio que frente a esta ciudad del auge inmobiliario y turístico, los espacios donde viven los pobres destacan todavía más por su aislamiento y sus privaciones. Las periferias de autoconstrucción y los conjuntos urbanos que están a dos o tres horas de distancia de los “lugares bonitos”, se quedan cada vez más rezagadas, se convierten en lugares todavía más deleznables y marginados. No cabe la menor duda de que tenemos una tarea muy grande en cuanto a repensar cómo se están redefiniendo los equilibrios y las relaciones entre los distintos territorios de la metrópoli, algunos decididamente proyectados en los flujos globales y otros cada vez más abandonados. Sin duda esta tarea el libro de Cristina Bayón representa una contribución de primer orden.

[i] Es doctora en Ciencias Antropológicas y análisis de los cambios culturales por el Instituto Oriental de Nápoles y doctora en Antropología Social y Etnología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Es profesora e investigadora en el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt y del Cuerpo Académico Cultura urbana. Sus líneas de investigación incluyen los modos de habitar, los usos del espacio público, las prácticas urbanas y la experiencia de la precariedad y el trabajo en la metrópoli contemporánea. Entre sus últimas publicaciones se encuentran el libro El habitar y la cultura. Perspectivas teóricas y de investigación (Anthropos, Barcelona, 2012) y la coordinación del libro Precariedad urbana y lazos sociales. Una mirada comparativa entre México e Italia, UAM/Juan Pablos, 2014 (con A. Miranda).

[ii] Al menos que se indique lo contrario, las citas provienen del libro en comento.

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Estudios históricos de traducción:
Perspectivas latinoamericanas

Nayelli Castro Ramírez

Durante los últimos diez años, la historia de la traducción ha sido objeto de un renovado interés por parte de los estudiosos. En los años noventa, tras el giro culturalista (Bassnett y Lefevere, 1990), el interés por la investigación histórica parecía estar motivado sobre todo por la necesidad de consolidar la disciplina, “desenterrando” de las páginas de la historia a los olvidados traductores. Publicaciones como De Cicéron à Benjamin. Traducteurs, traductions, réflexions (Ballard, 1992) y Les traducteurs dans l’histoire (Delisle y Woodsworth, 1995), entre otras, contribuyeron a definir un discurso historiográfico construido en torno a prácticas historiadoras que pronto dieron lugar a la reflexión metodológica de Anthony Pym en Method in Translation History (1998). Sin embargo, hacia fines de la década de los noventa y en la primera de los 2000, también aparecieron publicaciones que, aunque inscritas en el campo de los Estudios de traducción, proponían reflexiones que iban más allá de la consolidación disciplinar. Ya no se trata sólo de “desenterrar” personajes olvidados por las páginas de la Historia, sino de arrojar luz sobre el papel desempeñado por los traductores y las traducciones en contextos históricos concretos. En contraste[…]”

Pasaje de: Nayelli Castro (coordinadora). “Traducción, identidad y nacionalismo en Latinoamérica.” Bonilla y Artigas editores, 2013-11-27. iBooks.
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Notas de Alejandro Usigli en la presentación de “Obliteración. Dos conversaciones con George Bernard Shaw. Preparativos para un acto final” de Rodolfo Usigli

Obliteración de Rodolfo Usigli

Por Alejandro Usigli Casas

A principios de 1973, seis años después de haber concluido su breve novela, creada en dos tiempos, mi padre se anima a invitar a dos amigos suyos, la renombrada pintora mexicana Sofía Bassi y el impresor Francisco Antúnez, de Aguascalientes, a que se unan a él en una aventura editorial, invitación que recibe cálida acogida por parte de los dos. La experiencia tripartita consistiría en: el relato del autor, las ilustraciones de la pintora y la impresión del impresor.

Así fue como en octubre de 1973 sale de la imprenta del Sr. Antúnez el tiraje de 1,000 ejemplares numerados y autografiados por Sofía Bassi y Rodolfo Usigli. La edición fue repartida entre los tres aventureros en partes iguales, si no me falla la memoria. Hasta este momento, todo iba bien, pero después de un alumbramiento exitoso, vendría una etapa infructuosa, pues en aquella época, la distribución del producto editorial fuera de su sede era incipiente, hoy ese procedimiento, aunque imperfecto todavía, supera con amplitud ese terrible obstáculo que representa la falta de circulación del repertorio autoral en las librerías.

Por eso resulta tan significativo este esfuerzo auspiciado por el Fondo de Cultura Económica por abrir sus espacios promocionales a la diversidad de la industria editorial independiente de nuestro país.

Lo que sucedió entonces fue que una parte del tiraje que correspondió a mi padre se entregó a la Editorial El Ateneo, que amablemente había accedido a incluir Obliteración en sus puntos de venta que, si no mal recuerdo, eran apenas dos: uno en su sede de la colonia Juárez y otro que tenían en la Avenida Revolución. En esto solicito el auxilio de mis anfitriones Artigas y Castañón, o del Fondo de Cultura para que nos ilustren acerca de la parte histórica de El Ateneo en México.

El caso es que poco tiempo después de que falleció mi padre en 1979, la editorial El Ateneo estaba atravesando por momentos de reajuste y creo, de dificultades financieras, no estoy seguro, pero debido a ello, me pidieron que recogiera los ejemplares que todavía conservaban y que no podían seguir comercializando pues al parecer ya había transcurrido un tiempo más que razonable para su venta y ante una falta de adecuada difusión, ya no tenían demanda.

Resulta curioso observar que esta edición, así como la primera edición de Ensayo de un crimen, tuvieron una suerte parecida aunque no igual en su origen, motivada por la carencia de una distribución mayoritaria, una en 1944 y otra entre 1973 y 1979.

¿Será una mera coincidencia que el constructo metafísico o destino inicial de la narrativa Usigliana después de su concreción y conclusión en manos del autor haya radicado en una cuasi clandestinidad, por llamarla de alguna manera, que retarda su conocimiento como producto intelectual?

¿Se trata acaso de un predestinado forzado y negativo periodo de incubación enmascarada que finalizará con un monumental salto hacia el gran público de lectores? En todo caso, este es un gran primer paso para el monumental salto del que hablamos.

Gracias, Adolfo Castañón,

Gracias, Bonilla y Artigas,

Gracias, Fondo de Cultura Económica.

 

PRESENTACIÓN:

Resulta ilustrativo y pertinente aquí hacer referencia al significado de Obliteración, que proporciona el autor, incluye en su edición, y (transcribo): emplea en su sentido lato de acción y efecto de destruir, como sinónima de los verbos abolir, borrar, tachar, cancelar, anular. La Real Academia la acepta, en medicina, como acción y efecto de obliterar u obliterarse; pero reconoce el adjetivo obliterador, ra, “que cierra u oblitera”, aunque da al verbo sólo la acepción médica de: “obstruir o cerrar un conducto o cavidad de un cuerpo organizado. U. t. c. prnl.”.

El Grand Larousse es más amplio: “Oblitération. n. f. Action d’oblitérer, état d’une chose oblitérée, effacée.” Y sobre el verbo indica: “Oblitérer, v. Tr. …Effacer, en usant, les lettres, les traits: le temps a oblitéré cette inscription. / Oblitérer un timbre, l’empêcher par une empreinte, une marque, de servir une deuxième fois. / Fig. enlever, supprimer.”

Por su parte, el Diccionario de Oxford dice: “Obliterate, v. T. Blot out, efface, erase, destroy, leave no clear traces of. So, obliteration.”

Quiero leerles la décima con que inicia este relato o breve novela, Obliteración:

 

Si quiero por las estrellas

saber, tiempo, dónde estás,

miro que con ellas vas

pero no vuelves con ellas.

¿En dónde imprimes tus huellas

que con tu curso no doy?

Mas ¡ay! Que engañado estoy,

Que giras, corres y ruedas:

Tú eres, tiempo, el que te quedas,

Y yo soy el que me voy.

 

Décima atribuída a don Luis de Góngora

(Epígrafe encontrado [por R. U.] en 1968)

 

La imaginación es la herramienta más prolífica y poderosa de la creación humana, después de la verdad, como fuente de expresión, y todo trabajo de creación tiene por primordial misión comunicar, compartir las ideas y el pensamiento de su artífice.

La anécdota del encuentro fugaz del pasado que inspiró a Usigli, para decirlo en sus propias palabras:

 

Anuda diversos cabos sueltos y aúna la experiencia humana directa al ejercicio de la imaginación”. Añade: “No sé si lograré terminarlo. Todo lo que sé, como se saben bien las cosas –es decir, por el sentimiento– es que su profundidad y su alcance, hacia adentro y hacia fuera, pueden ser mayores de lo que yo mismo sospecho. Por lo demás, en literatura, cuando se crea, no hay itinerarios fijos ni completos, y las más de las veces nos limitamos a viajar entre cuatro paredes. Como sea […], Le Zoute, 28 de junio de 1949.

En Oslo, 1966 escribe: P. S. Quizá me será dado terminarlo al fin en Europa. En el viento de Europa.1

 

Rodolfo Usigli, mi padre, tuvo desde pequeño una imaginación realmente lúdica en la que recreaba la lectura del día de manera voluntaria en sus sueños, y se adentraba de nuevo en las atmósferas vivenciales descritas por los novelistas leídos, para alojar en ellos situaciones y personajes, pasajes de la historia y paisajes de otras tierras y la propia, que había descifrado, absorbido, adquirido para luego reelaborar, reescribir en lo subliminal del infante que era.

Lugar donde se entremezclan recuerdo y sueño, esta narrativa: Obliteración, propone, mediante trazos magistrales, la ilación del contenido de su capitulado con la finalidad de llevar al lector al mundo imperceptible en la cotidianidad, del consciente-subconsciente, contenido que quizás podría haber sido alterado secuencialmente de manera diferente para llegar a la misma conclusión, pero que en una de sus versiones, que Usigli eligió como definitiva, quedó como sigue:

 

  1. La precisión de los sueños no soñados”

  2. La realidad de los sueños soñados”

Interludio”

  1. La irrealidad de las cosas reales, la fantasmagoría de la realidad”

  2. Sueño de realidad”

  3. Realidad sin sueños, realidad del sueño”

  4. Sueño en la realidad”

  5. Sin realidad y sin sueño”

  6. El sueño sin fin”.

 

El juego imaginativo de Rodolfo Usigli baraja y confunde para su lector realidad y sueño, pasado, presente y futuro en el sueño, del sueño, se manifiesta tímido, sutil, insinuado en algunas de sus obras, y resulta interesante analizar el papel que desempeña al interior de sus personajes en algunas obras como:

El presidente y el ideal (1935); Aguas estancadas (1938); Sueño de día (1940); La función de despedida (1949 [personaje Verónica Muro]); Corona de Sombra (1943 [las escenas entre sueños de la anciana Carlota Amalia con el historiador Erasmo]); Los viejos (1971); Estreno en Broadway (1969-1970);2 Reynalda o El estanque (1954-1963).3

 

Concluyo con un ejemplo de La última puerta (1934-1936 [el intermedio-ballet-recitativo]):

Yo soy el que espera

y es pera que nunca madura…

yo soy el que espera

y el que desespera.

Mejor es que muera

Para esperar más.

 

El manejo del tiempo y la memoria constituye en la obra de Usigli una temática persistente, y así como J. B. Priestley juega con el factor tiempo e incluso desarrolla una teoría temporal que llamó la atención de mi padre, él se aventura en los espacios intangibles que enlazan pasado, presente y futuro para conjugarlos dramáticamente. El empleo lúdico-escénico del tiempo y la realidad-irrealidad trascendidos al onirismo son elementos esenciales de la cosmovisión de Usigli, pero lo cinematográfico (Beardsley)4 constituye también una aportación a la meta-teatralidad de su obra dramática, como puede apreciarse en Los viejos.

El carácter obsesivo de algunos de los protagonistas de sus obras teatrales (Otra primavera, El niño y la niebla, Sueño de día, Aguas estancadas, y otras) también queda de manifiesto en este relato que surge provocado por lo reiterativo de lo recordado entre tinieblas, en el que el protagonista parece ser el autor o acaso lo sea el lector, o se trate tan solo de una mera cuestión de alteridad…. La preocupación de Rodolfo Usigli por investigar en la psicología del ser humano en su interacción social ha sido, al igual que la ecuación tiempo-sueño-realidad, una constante en la mayor parte de su trabajo.

Obliteración, viene a ser, en mi opinión, un viaje en el tiempo, tramado de sensaciones y sentimientos, que nos envuelve en el torbellino vivencial del autor y se transforma en el nuestro propio, ya que su estilo narrativo pesca al lector desde el primer párrafo y le va encaminando, siguiendo el hilo, como si fuera del brazo, de manera suave pero firme, cordial e incitante, seductoramente, por los recovecos de su acción. Obliteración, para mí, es un nuevo testimonio de la fuerza narrativa puesta en relieve con la novela Ensayo de un crimen, del mismo autor.

 

Una reflexión fuera de lugar

Como dato curioso para los cinéfilos que hayan visto El discurso del rey, mi padre refiere, en el capítulo iv, que en el tiempo que duró su búsqueda de transporte para llegar al domicilio del sobrino de su amigo inglés el coronel Thornton, ya fallecido, almorzo (cito): ”cualquier cosa en cualquier lugar, hotel o pub, en el que recordé de pronto en diciembre de 1944 había escuchado el mensaje del rey Jorge VI, que me sorprendió menos por su auténtica nobleza humana que por la circunstancia de que el monarca había logrado casi por entero dominar su tradicional tartamudez”. Esta alusión es un importante indicador de la perspicacia, aguda observación que poseía Usigli. La industria cinematográfica inglesa se tardó cerca de 60 años para volverse caja de resonancia del dramatismo de ese hecho.

 

 

Pasemos ahora a las Dos Conversaciones con George Bernard Shaw

Alrededor de este tópico, me voy a permitir intercalar un par de reflexiones relativas a los cambios que ha venido experimentando la sociedad, para recalcar cómo el aparente progreso nos ha quitado, más que dado, en un sentido de lo humano y de la memoria del hombre.

La primera reflexión es que ya se ha perdido, aunque creo que todavía puede recuperarse, aquello que alguna vez fue equiparado a un arte: la conversación.

Para narrar su experiencia con el famoso monstruo del teatro inglés, Usigli coloca al lector en el marco conceptual de su íntimo pensamiento durante los momentos finales de la segunda gran guerra en las capitales inglesa y francesa a modo de preludio para los encuentros dialogados que tendrán lugar en las páginas subsiguientes.

Describe las atmósferas de Londres y de París bajo los efectos de la guerra en sus círculos literarios, los hábitos y psicología propia y de la población londinense bajo el estruendo de los postreros envíos de rockets destructivos del agonizante autodenominado Imperio ario. Por medio de una ambientación que se antoja cinematográfica, Usigli nos presenta las vicisitudes anticipatorias que rodearon la culminación de uno de sus mayores anhelos como autor. Imágenes evocativas de paisajes mexicanos durante sus accidentados periplos a la residencia del genio irlandés contrastan con el inventario urbano y campestre del paisaje inglés.

Aunque a la distancia de poco más de un año, Rodolfo Usigli reaviva el recuerdo de su gratificante encuentro con Shaw, que fue recibido con entusiasmo por don Jesús Silva Herzog en Cuadernos Americanos. En este recuerdo, el lector acompaña a Usigli en su recorrido hacia el punto de reunión con su destino autoral y adquiere la cualidad de testigo de primera mano del intercambio coloquial de dos maestros del discurso teatral, uno de ellos consagrado, el otro novel, aderezado con expresiones visuales y verbales humorísticas del viejo lobo de las tablas, el genial Shaw quien como colofón de su agudeza, receta al autor mexicano y su acompañante la treta del “robo de cámara”, todo ello narrado de manera minuciosa y con gran pulcritud por mi padre y evidenciado en las fotografías obtenidas de la cinta de 8mm.

Segunda y última reflexión. Las tarjetas que recibió Usigli de G. B. S. son sin duda el testimonio duradero de un certificado de vocación como poeta dramático, pero, al recapacitar por separado sobre ello, es también huella palpable de una porción de nuestra humanidad que se ha ido y quizás no vuelva jamás: la escritura, que sufre un gradual proceso de obliteración mediante el desarrollo y manejo antinaturales de las “nuevas tecnologías”, que han abandonado la capacidad de reflejar el verdadero carácter del hombre mediante la palabra escrita directamente por su mano y letra sobre papel: la caligrafía y lo autógrafo han sido remplazados por medios gráficos impresos y electrónicos que, ¡ay!, carecen de pulso, y no hay que perder de vista que el pulso representa la cualidad vital del ser humano. Para consuelo nuestro, esta edición recoge las imágenes de esas tarjetas escritas por Shaw así como las fotos tomadas de la película de 8 mm en ocasión de la segunda visita.

Para cerrar mi intervención, debo decir que mi buen amigo y compañero de la prepa, Adolfo Castañón hombre de letras él mismo, y profundo conocedor de la vida poética y epistolar-literaria de México, consumó en su postfacio un análisis literario y contextual histórico del periodo de creación de Obliteración en verdad notable, pues incluye una serie de opiniones e intercambios epistolares de la época, que proporcionan trazos adicionales para el retrato aun inconcluso de un escritor mexicano que incursionó, en mi opinión, como ninguno otro en diversidad de temas y estilos literarios impulsado por su deseo intelectual de producir una aserción de que la sociedad mexicana es (todavía) perfectible, empero innegablemente universal en su extensión.

Castañón contribuye con acertadas pinceladas a la imagen poética de mi padre cuando dice que:

 

A Rodolfo Usigli se le podría caracterizar como un devorador, ya no solo de sueños sino de lenguajes: la poesía, el teatro, la novela y aun el cine no le son ajenos –precisamente la novela Ensayo de un crimen fue llevada a la pantalla por Luis Buñuel (1955)– y, desde luego, el ensayo, y más allá, la filosofía […].

 

Aparte de la suya propia, Adolfo Castañón agrega aportaciones tan valiosas como la de (cito en orden alfabético): Marte R. Gómez, Pedro Gringoire, Manuel Mejía Valera, José Moreno Villa, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Guillermo Schmidhuber de la Mora y María Zambrano.

Esta edición de Obliteración acompañada de Dos conversaciones con George Bernard Shaw constituye un esfuerzo de recuperación y difusión de un acervo literario poco conocido salvo por los especialistas y que se pone a circular nuevamente para deleite de los adictos a la lectura de autores mexicanos.

Muchas gracias.

1 Usigli, Rodolfo. Obliteración, Edición de Autor: Aguascalientes, 1973/ Obliteración. Dos conversaciones con George Bernard Shaw. Preparativos para un acto final. Bonilla Artigas Editores, México: 2014, colección Las semanas del jardín 6.

2 Publicada en la revista Gestos, 1990.

3 Publicada en Tramoya, Cuaderno de Teatro, Xalapa: Universidad Veracruzana/Conaculta. Nueva época Núm. 86, enero-marzo de 2006.

4 Beardsley, Peter. “Cinema and Theatre in Rodolfo Usigli’s Los viejos– Bulletin of Hispanic Studies, LXXV (1998).ImageImage